EL PAN DE CADA DÍA
Viernes 17 de abril. Pan, unas brasas y de nuevo peces en abundancia, para almorzar. “Les echaron mano y los metieron en la cárcel”, narra el libro de los Hechos. Pedro y Juan habían llegado demasiado lejos en su decir y en su hacer, provocando la indignación de las autoridades religiosas del templo que toman cartas en el asunto. La acusación no podía ser más grave a los ojos de aquellos poderosos señores de Israel: anunciar la resurrección por el poder de Jesús al pueblo en el templo, en “su” templo. Como si hubiera que solicitar permiso para hacer el bien. Seguramente hubieran esperado una reacción más sumisa por parte de Pedro y Pablo, agachando la cabeza y aceptando el castigo. Sin embargo, ocurre algo inaudito, Pedro aprovecha la ocasión única para dar testimonio del nombre de Jesucristo Nazareno. Por su nombre y en su nombre hacemos lo que hacemos y decimos lo que decimos. La aparición de Jesús junto al lago, parece retrotraernos allí donde empezó todo. En aquellas orillas conocieron al Maestro e inauguraron la ruta del seguimiento de una aventura apasionante. Descubrimos al Señor como compañero y amigo, que sigue de cerca las preocupaciones de sus discípulos. Ya lo habrían experimentado otras veces, la presencia de Jesús lo cambia todo. De no pescar nada, a tener la red repleta, fiados en su Palabra. Pesca abundante en cantidad y en variedad. La “red” no se rompe, aquí cabemos todos, como una llamada a no rasgar la unidad. Finalmente, la red rebosante se arrastra hasta la orilla, donde espera Jesús, es la misión de la Iglesia de llevarlos a Él. En la orilla espera Jesús que, de nuevo, nos sienta a la mesa común. Venid a almorzar.
Juan Sebastián (Párroco de san Miguel)
Foto de hoy: Naveta labrada en plata con forma de caracola (Museo parroquial, acompaña al incensario del s. XVIII y ambos llevan la firma de Dargallo).
ABR