Hoy el Evangelio nos habla de puertas, ancha y angosta, que nos llevan por caminos de perdición la una y de vida la otra. Mateo pone al final del sermón de la montaña un epílogo que refleja las circunstancias difíciles de los cristianos de su tiempo y que se hacen extensibles al discípulo de Jesús, en toda época y lugar. Llevar una vida según el Evangelio implica ir contracorriente, la forma de vida que se desprende del mensaje evangélico es signo de contradicción y el conflicto será siempre compañero de camino en la vida de los seguidores de Jesús. Se nos recuerda así que la Buena Noticia conlleva su dosis de esfuerzo y ascesis. La “regla de oro” no es nueva, de un modo u otro la podemos encontrar en el código ético de las religiones y culturas. En el judaísmo aparece expresada en negativo: “no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti”. Ahora viene expresada en su forma positiva: “Tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros”. Aplicando esta regla, qué fácil y rápido mejoraría la convivencia humana. Es de efecto inmediato. Pero no nos lo acabamos de creer, no terminamos de pasar por el umbral de esta “puerta angosta”, que se traduce en tratar bien a los demás, cuidarlos, ser delicados. Que aprendamos del Maestro la “pedagogía” del buen trato. Por favor, puesto que son amados, sean amables.
Juan Sebastián (Párroco de san Miguel)
Foto de hoy: Adoración de los veinticuatro ancianos a Dios Padre y el Cordero abriendo el Libro de los siete sellos, todo ello sobre el óculo del siglo XIX (Escena central del tercer piso del retablo mayor de San Miguel, obra de Damián Forment)
JUN