EL PAN DE CADA DÍA
Martes 5 de mayo. Pan y más pan. “Cristianos”: fue en Antioquía donde por primera vez se acuñó este nombre referido a los seguidores de Jesús, a comienzos de la predicación apostólica. Nombrar las cosas es hacer que existan, el nombre expresa la realidad de lo que se nombra. Qué mejor nombre podían recibir aquellos primeros discípulos que aquel que los definía directamente en su condición de seguidores de Jesucristo. La Iglesia en Antioquía se va consolidando con una incipiente organización y un empuje evangelizador de talante abierto. Cuentan con la mejor ayuda: “la mano del Señor estaba con ellos”. Hasta Jerusalén llegó la noticia de la frescura de esta Iglesia joven y envían a Bernabé como representante y enlace. Bernabé, del que no se ahorran elogios (bueno, lleno de fe y de Espíritu Santo), se alegró de ver lo que vio. Con la ayuda de Pablo irán forjando la plataforma de lanzamiento hacia una expansión misionera sin precedentes. Jerusalén está de fiesta. Se celebra la Dedicación del templo (Hannukkah) o fiesta de las luces. Jesús anda paseando por el templo y vuelven a asediarle a preguntas, le vienen a decir: ‘Habla claro, no nos tengas en vilo ¿eres el Mesías sí o no?’. La respuesta de Jesús de nuevo remite a las obras: mirad lo que hago. Las obras que realizo en nombre de mi Padre, ellas hablan de mí y dicen lo que soy. La vivencia del Evangelio remite a lo concreto y se vive desde la intimidad con el Padre. Unidos a él todo se lleva, nada ni nadie podrá arrebatarnos de su mano.
Juan Sebastián (Párroco de san Miguel)
Foto de hoy: Ábside, contrafuerte y torre mudéjar de san Miguel (s. XIV)
MAY