EL PAN DE CADA DÍA
Miércoles 8 de abril. Preparando la Cena, se provee pan. Isaías continúa su cántico al Siervo. En este tercer canto el tono es distinto: el siervo se sabe discípulo del Señor, formado en la escuela de la Palabra para consolar, para poder decir una “palabra” de aliento tan necesaria como el aire. Nada le echa atrás en su camino; ni siquiera la hostilidad, ni el sufrimiento, ni la agresión, ni el insulto. Tiene puesta su confianza en Dios y no quedará defraudado: la ayuda vendrá del Señor. El Evangelio nos presenta, esta vez de la mano de Mateo, los preparativos de la cena pascual. Estamos en la antesala de la Pasión. Llama la atención esta insistencia litúrgica, ayer Juan, hoy Mateo, pero la historia es la misma: la traición, la ruptura. Algo se rompe por dentro en la traición porque, en el fondo, la traición es también a uno mismo. 30 monedas de plata fue la tasación. Las miserias humanas, la lógica del “poder” y del “tener” son capaces de instrumentalizar a las personas anteponiendo el interés a la dignidad. Pero el camino que señala el Evangelio es bien distinto: nadie puede ser descartado, la persona es sagrada. En este miércoles santo pedimos al Señor que nos vayamos “empapando” de lo que se nos invita a vivir esta Semana Santa, sin dejar nada nuestro fuera, vayamos con todo, como Jesús. Estamos a tiempo.
Juan Sebastián (Párroco de san Miguel)
Foto de hoy: La Santa Cena (bajorrelieve dorado de autor anónimo, s. XVIII; pared lateral de la capilla de Ntra. Sra. de Zaragoza la Vieja)
ABR
