EL PAN DE CADA DÍA
Jueves 7 de mayo. Compartir el pan. El equipo misionero llega a Antioquía de Pisidia y, al sábado siguiente, acuden a la sinagoga. Allí, como era costumbre, invitaron a los forasteros a tomar la palabra para comentar las lecturas. Les dicen: Si tenéis algo que decir y comentar, decidlo. Resuena aquí aquella lectura pública de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Sin embargo, en contraste con aquel episodio, en esta ocasión Pablo y Bernabé triunfan en su proclamación, hasta el punto de que los escuchan a gusto y piden más. El Apóstol Pablo hace un ejercicio de “memoria viva”, compartiendo con quienes lo escuchan un sucinto recorrido por la historia de salvación, por ese paso de Dios por la vida del pueblo hasta llegar a su culmen: Jesús. El discurso de Pablo engancha con un auditorio que tiene conciencia viva de las promesas hechas por Dios y que piensa en futuro. Este repaso de la historia de Israel desde los ojos de la fe hace converger todas las promesas en Jesús. Cambio de escenario en el Evangelio. Volvemos a la cena final. Jesús, tras ese gesto de lavar los pies que es ya una auténtica epifanía del servicio, les habla de corazón a corazón. Se presenta ante los suyos como el enviado del Padre. Acoger a Jesús es acoger a Dios, quien acoge los valores del Evangelio y los pone por obra, acoge a Dios. Necesitamos esta convergencia y esta inclusión. Nos lo dice el que es y el que hace ser: “os lo digo… para que… creáis que Yo soy”.
Juan Sebastián (Párroco de san Miguel)
Foto de hoy: Talla en madera de san Pablo (entrecalles del primer piso del retablo mayor de Damián Forment, justo a la derecha de la imagen del titular)
MAY