EL PAN DE CADA DÍA
Lunes 27 de abril. Pan de vida. El foco pasa de los Apóstoles, que hasta ahora han centrado la atención de Lucas, hacia los diáconos, en particular, la mirada se dirige a Esteban. El libro nos hace un retrato atractivo de este diácono, primer mártir de la Iglesia. Es entusiasta y valiente, activo en el anuncio del Evangelio, incisivo en su denuncia, solvente en su capacidad dialéctica, todo ello macerado por un testimonio granado de signos y gestos concretos. Todo un profeta. Y como tal, molesto… No podían contrarrestar su sabiduría; su buen decir y hacer se impone, es su mejor defensa. Los del Sanedrín tienen que buscar artimañas y usar de las malas artes de la difamación y la falsa acusación para poder detenerlo. Por lo que nos narra el texto, Esteban permanece sereno: “su rostro les pareció el de un ángel”. Pasamos al Evangelio. La gente busca a Jesús con insistencia, por tierra y mar. Les ha dado de comer, han visto “algo” en aquel Maestro de Galilea y van tras él. Jesús reacciona y aprovecha para ofrecer una enseñanza. ¿Qué nos mueve a buscarle? Buena pregunta. ¿Sólo la necesidad del pan? ¿O más bien esa hambre más profunda de sentido, de horizonte, de plenitud? Y vuelve a darnos una señal de pista: “trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”. Ese tipo de alimento, sólo lo puede dar Él. Lo que se nos pide es la “obra de la fe”. Creer en Jesús es el “trabajo” más preciso. La obra querida por Dios es la fe y la fe es don y obra de Dios. A trabajarlo.
Juan Sebastián (Párroco de san Miguel)
Foto de hoy: Custodia portada por dos ángeles (Bajorrelieve dorado encargado por el párroco Luis Doñate a los Hermanos Albareda, situado en el lateral de la Capilla de Ntra. Sra. de Zaragoza la Vieja, mediados del s. XX)
ABR