EL PAN DE CADA DÍA
Miércoles 15 de abril. El pan que se toma, se bendice, se parte y se reparte. La vida sigue, Pedro y Juan van a orar al templo cuando la presencia abatida del paralítico que pide limosna les detiene. Míranos, “no tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa andar”. Pedro tiene un tesoro de inmenso valor: la fe en Jesús Nazareno, el Viviente que hace vivir. A la invocación le acompaña el gesto humano del tacto, “lo agarra” de la mano y le ayuda a incorporarse. Tender la mano y dejar a Dios el resto. En el Evangelio, la gran catequesis de Emaús. Admirable pedagogía la de Jesús: hacerse el encontradizo, caminar a nuestro lado, saber preguntar sin entrometerse y saber escuchar sin precipitarse, tener paciencia y, en el momento oportuno, decir su palabra interpelante, sin que suene a reproche. El gesto de partir el pan “abre” los ojos de los discípulos, lo reconocen y llegan a explicitar lo que antes habían experimentado al escuchar la explicación de la Escritura que “quema” por dentro. Ahora sí lo han comprendido y salen corriendo a contarlo a los demás. Curioso que pasan de la “dimisión” a la “misión”. Pasan de un regreso a Emaús, con tintes de escapada, en modo “brazos caídos”, es decir, retorno marcado por la decepción, la tristeza y la frustración; a una vuelta entusiasta a Jerusalén para reunirse con los Once y los demás, anunciando el encuentro con el Resucitado. Todo empezó por un encuentro, una conversación, un “quédate con nosotros” y una mesa compartida. Señor, que aprendamos a reconocerte al partir el pan.
Juan Sebastián (Párroco de san Miguel)
Foto de hoy: Cruz procesional con el Resucitado (Cruz parroquial moderna, s. XXI)
ABR