EL PAN DE CADA DÍA
SÁBADO 21. Que no falte el pan… El profeta Oseas, como ayer, insiste: vuelve a Dios. En medio de la cuaresma y de la cuarentena, que nuestros buenos deseos y sentimientos no sean “nube mañanera” o “rocío que se evapora al alba”. Le pedimos que haga “callo” en nosotros la fidelidad, la lealtad, el compromiso por el bien. El evangelio nos trae hoy la conocida parábola del fariseo y el publicano. Es como un test acerca del modo de situarnos ante la realidad: ante la vida, ante ti mismo, ante los demás y delante de Dios. El fariseo no es una mala persona, si acaso un tanto “estirado”. Ese es el problema, que la mirada a lo “cuello de jirafa” a veces nos desenfoca en nuestro acercamiento al prójimo. O lo que es peor, nos situamos mirando “por encima del hombro” a los demás y, encima, le pasamos el “cobro” a Dios. Jesús desenmascara este comportamiento y pone en valor la actitud del que se siente indigente delante de Dios, del que acepta su debilidad y su límite, del que asume su vulnerabilidad y hace de todo ello ofrenda. Jesús pone de relieve la gratuidad y la acogida incondicional de Dios. Se la podemos pedir, porque la necesitamos.
Juan Sebastián (Párroco de san Miguel)
Foto de hoy: Detalle de María y su prima Isabel. Fresco renacentista de la Visitación en la capilla de los Salazar
MAR